... en la plegaria continua que es parte constitutiva y primaria de la vida contemplativa y toma forma en algunos fundamentales elementos:
• La celebración Eucarística que une a Cristo, fuente de la vida, y refuerza la reciproca unión de las religiosas en la caridad.
• La liturgia de las Horas con el canto de los salmos reúne día y noche la Comunidad en nombre de Cristo y eleva la alabanza, el agradecimiento y la súplica de todos los hombres: así durante todo el día está reconocido sacro y cada religiosa lleva en el corazón la pasión y el martirio del mundo, las ansiedades misioneras de la Iglesia, y participa a las alegrías, a las esperanzas, a las tristezas y a los afanes del hombre de hoy.
• La plegaria contemplativa alimentada para escuchar la palabra de Dios, por su meditación, por la división fraterna en un clima de silencio que favorece la percepción interior de la presencia del Señor y dispone a escuchar a Dios activamente.
... en la vida fraterna como don del Señor “para que el mundo crea”. Cada una de las comunidades de religiosas capuchinas, como una verdadera familia reunida en nombre del Señor, goza de su presencia y se siente vivificada por el amor de Dios efuso por medio del Espíritu Santo, Santa Clara, discípula fiel de San Francisco (que fundó su Orden como una fraternidad evangélica de pobres y de menores) a sus hijas dio el nombre de “hermanas pobres” y quiso que “amándose las una con las otras en el amor de Cristo” fueran siempre diligentes en “conservar de una a la otra la unión de la reciproca caridad, que es vínculo de perfección” (Reg. 48).
... la pobreza y en la humildad para servir a Dios como “peregrinas y forasteras en este mundo”, libres de cualquier impedimento y pobres de cosas. La vida de pobreza para ser verdaderamente evangélica debe fundarse en la Providencia del Padre, cuya mirada sigue con especial atención y prontitud aquellos que han abandonado todo por él. El trabajo que Santa Clara define una “gracia” del Señor es también condición inseparable de la vida de pobreza y humildad, el medio más ordinario y más digno de sostenimiento, es también una oferta de servicio fraterno y de compartición con todos los hermanos la fatiga, del empeño y de la esperanza.
... en la clausura como huella de la total consagración a Dios y como ayuda a la misión contemplativa de alabar a Dios, de servir a la Iglesia y al mundo. Esta separación libremente aceptada custodia y favorece la intimidad y la paz de la vida de las religiosas dedicada a la acción del Espíritu y las hace más eficazmente presentes en el mundo.
“Entre todas las personas que el Papa ama y se acerca, vosotras sois seguramente las más valiosas, ya que el vicario de Cristo tiene mucha necesidad de vuestra ayuda espiritual y cuenta sobre todo con vosotras, que por divina vocación habéis elegido la parte mejor (Lc 10,42), o sea, el silencio, la plegaria, la contemplación, el amor exclusivo de Dios.
Por vuestra presencia, escondida, pero auténtica en la sociedad, y mucho más en la Iglesia, también yo miro con confianza vuestras manos unidas y confío en el fervor de vuestra caridad la insistente misión del supremo pontificado”.
(Juan Pablo II)
“Los monasterios de vida contemplativa se presentan como "oasis" en los que el hombre, peregrino en la tierra, puede beber mejor en las fuentes del Espíritu y saciarse a lo largo del camino. Por tanto, estos lugares, aparentemente inútiles, son en realidad indispensables, como los "pulmones" verdes de una ciudad: hacen bien a todos, incluso a quienes no los frecuentan y tal vez ignoran su existencia”.
“El monasterio, "como oasis espiritual, indica al mundo de hoy lo más importante, más aún, en definitiva, lo único decisivo: existe una razón última por la que vale la pena vivir, es decir, Dios y su amor inescrutable”.
(Benedicto XVI)
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