Padre Lorenzo Sales
Sor María Consolata Betrone fue una mística favorecida de locuciones y, quizás, de visiones de Jesús. Ella lo contó puntualmente en su diario, cuidadosamente examinado por el Padre Lorenzo Sales, Misionero de la Consolata, en principio escéptico y desconfiado, posteriormente a su vez divulgador de la Obra del Señor.
“Humilde y grande, activa y contemplativa, serena y atormentada, sufrida y llena de alegría, Consolata condujo una vida lineal conciliando en sí misma los aspectos más diversos y unificando todo en el ardiente amor de Dios. Durante mucho tiempo fue tentada intensamente, tuvo una delicada comprensión para los pecadores, especialmente para las almas consagradas que habían prevaricado y por su conversión ofrecía a Dios todas sus penas y dolores y terminó por ofrecer su misma vida”. Así ha sido presentada esta Clarisa Capuchina en el informe que introduce el proceso de beatificación. Nos descubre una espiritualidad de enmienda, perfectamente en sintonía con aquél deseo de penitencia que animó los inicios de su vocación. Un místico está siempre integrado en el contexto de su tiempo histórico y por eso es por Dios suscitado y “enviado”. Es una especie de “profeta” abierto a las necesidades espirituales de la humanidad contemporánea y para la misma se ofrece con Cristo al Padre.
En el corazón de un siglo dado al pecado, al ateísmo y finalmente a la indiferencia religiosa, el mensaje de la vida y de la oración de sor Consolata Betrone se destaca por la evidente actualidad como enmienda y antídoto contra la cultura de muerte espiritual del hombre. El pequeño camino de amor se basa en la oración: Jesús, María os amo, salvad almas, no es una jaculatoria, sino un camino interior idóneo para educar y promover una mejor confianza entre la criatura y su Dios en el conocimiento y en la confianza plena en aquél gran don divino que es la Misericordia. A través de este camino muy sencillo, el alma es como si regresara a la comunión vital con el Altísimo en la capacidad auténtica de la propia dimensión contemplativa. Al designar este camino de regreso del “hijo prodigo”, el hombre del siglo XX, al Padre rico de Misericordia, Sor Consolata Betrone no está sola. El amplio designio divino parece tener significativamente entrelazada su vicisitud humana y mística con la de dos de sus “lejanos” contemporáneos: sor María Faustina Kowalska (1905-1938) y el monje Silvano del Monte Athos (1866-1938). Denominador común de todos es Teresa de Lisieux (1873-1897).
En la civilización de hacer y de tener, reproponiendo la necesidad evangélica “de rezar siempre, sin cansarse” (Lc 18,1), el mensaje que nos llega por medio de sor Consolata tiene la repercusión del mensaje de un evangelio para nuestro tiempo: evangelio de amor, de esperanza y de misericordia para los años del odio, de la desesperación y del alejamiento de Dios. Al hombre sofocado por el materialismo, Dios ofrece el remedio del aliento espiritual. Una “Clara” contemporánea anuncia todavía la exigencia del primado de Dios en el corazón del hombre.