Nuestra Señora del Consuelo
Patrona de Turin
(imagen antes del restauro)
“Nada me atrae de las Capuchinas”, fue la observación de Pierina cuando, después de tres intentos fracasados de consagrarse en institutos de vida activa, aconsejada por el confesor Reverendo Accomasso, tomó la decisión de entrar en el Monasterio de las Clarisas Capuchinas en Turín. Era el 17 de abril de 1929. Efectivamente en ella, además de la propensión a la gracia y a la penitencia, se ponen en evidencia otros tres elementos peculiares del carisma seráfico: la pobreza, la vida común y la leticia. El 28 de febrero de 1930 tuvo lugar la Vestición religiosa con el nombre de Sor María Consolata.
La Beata Virgen María se venera en Turín bajo el título de Consuelo, o sea consuelo de los afligidos.
Para la joven Betrone el nuevo nombre es indicativo, antes incluso de su misión, de su misma existencia: ser consoladora del Corazón de Jesús y de todos aquellos que no pueden percibir o acoger el amor del Señor. Según lo que ella presentiría, sería “misionera, pero para siempre”. El día de la Vestición advirtió una sugerencia divina que le indicó la modalidad: “Sólo te pido esto: un acto de amor continuo”.
Durante otros 16 años de vida de clausura capuchina, éste sería el fundamento sobre el cual se concentraría y unificaría toda su persona, plasmándose en cada instante de su existencia hasta el “consummatum est”.
El 8 de abril de 1934, domingo en Albis, tomó los votos perpetuos. En el monasterio haría menesteres de cocinera, portera y zapatera. Cuando el 22 de julio de 1939 sería destinada a la nueva fundación de Moriondo Moncalieri (Turín), hizo de enfermera y de secretaria.
Sor María Consolata Betrone
Su vida común habitual transcurriría siempre penitente y abnegada cumpliendo los deberes que se le asignaron. Por lo tanto, lo extraordinario de su aventura se desarrolla todo en la intimidad de su espíritu. Auténtica y contemplativa, entre Dios y ella estaba el mundo entero y todas las criaturas con necesidad de misericordia. Por gracia se convertiría, más con el amor que con la sensibilidad del don místico, en la confidente de aquél Corazón divino que era también perfectamente humano, como el mismo Señor le enseñó: “¡No me hagáis Dios de rigor mientras yo no soy que Dios de amor!”.
A través de Consolata, Dios parece querer educar de nuevo el corazón del hombre a la unión con Él: entre criatura y Creador ya no hay más subordinación servil, sino intimidad. Es éste, en sustancia, el contenido espiritual de la invocación: Jesús, María os amo, salvad almas característica del Pequeño camino de amor indicado por el Señor a la humilde capuchina para reconquistar a la gracia y a la misericordia, con un sencillo acto de confianza, millones de almas atormentadas por el pecado. Sobre todo fue mérito de Padre Lorenzo Sales (1889-1972), su confesor y director espiritual desde el 11 de septiembre de 1935, el haber ayudado con sabiduría y discernimiento la Obra de Dios escrita más en la vida de Sor Consolata que en los apuntes de su diario.